Todos queremos vivir esta vida a concho y ser felices.
Nuestro objetivo es satisfacer nuestros deseos más profundos. Pero en el camino
hacia nuestra propia satisfacción nos encontramos con la maldad que nos
gobierna, que nos hace codiciar lo ajeno, la mujer del vecino, el celular del
fulano. Queremos ser servidos y ser los primeros. La historia nos castiga y no
nos dejará tranquilo; los números nos delatan.
Cuantas guerras por poder solo en un siglo, cuantos
abusos contra mujeres y niños. Y no
hablo de clases sociales porque en mi misma población se están comiendo vivos
los unos a los otros. Creamos drogas para esclavizarnos a nosotros mismos,
damos miserias de sueldos para ganarnos una parte mayor. Subcontratos y
contratistas roban fuerzas y esperanzas de hombres ignorantes a causas de un
sistema que no eligieron y que decir de miles de máquinas tragamonedas Y traga
vidas, hechas y diseñadas para darles suculentas ganancias a sus dueños.
Buscamos la comodidad y tapamos nuestros ojos a las
catástrofes que nos rodean. Protegemos a los animales más que la vida misma.
Queremos todo rápido sin esfuerzos ni sangre. No queremos someternos a nadie ni
a ningún concejo. Si nos dicen deja eso, con más fuerzas lo tomamos. Nuestro
YO, es un animal enjaulado que al mínimo segundo que le dejemos la puerta
abierta destruirá todo a su paso.
Y
preguntamos a nuestro Señor con caras hipócritas: ¿Por qué tomar nuestra cruz
Señor?
Será que Dios nos conoce tan perfectamente que la única
solución que nos ofrece para liberarnos de nuestra vana manera de vivir es MORIR.
Morir a nuestra carne, a nuestros deseos pecaminosos, a nuestro egoísmo. O
quizás somos tan incapaces de ver nuestra propia mierda desbordándose que Dios
mismo tuvo que venir abofetearnos nuestra cara para reaccionar. Si!... él nos
conoce muy bien, sabe que murmuramos en nuestras mentes. Jesús entonces, conociendo los
pensamientos de ellos, respondiendo les
dijo: ¿Qué caviláis en vuestros
corazones?[1]
Él sabe que no vemos el daño que le hacemos a los demás cuando pecamos,
sabe que no pensamos en las consecuencias cuando caminamos hacia ese deseo
oculto.
Como
está escrito:
No hay
justo, ni aun uno;
No hay
quien entienda.
No hay quien busque a Dios.
Todos se
desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno,
no hay
ni siquiera uno.
Sepulcro
abierto es su garganta;
Con su lengua engañan.
Veneno de áspides hay debajo de sus labios;
Su boca
está llena de maldición y de amargura.
Sus pies
se apresuran para derramar sangre;
Quebranto
y desventura hay en sus caminos
Y no
conocieron camino de paz. [2]
Jesucristo fue severo contra el pecado que
cargamos, fue perfectamente efectivo. Tomó nuestros pecados y los destruyó completamente
en esa cruz.
“Mas él herido
fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra
paz fue sobre él, y por su llaga fuimos
nosotros curados Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos
nosotros.”[3]
Es ese lugar al cual nos quiere llevar nuestro Señor.
Ahí mismo donde destruyó nuestra carne, nuestro pecado. Nos quiere llevar al
único lugar donde podemos encontrar libertad. Verdadera libertad. Donde
nuestros abominables deseos son destruidos. El llamado es a matar a nuestro
viejo hombre, es llevarlo donde Jesucristo lo destruyó. La cruz. Es dejar
nuestro modo de pensar, es dejar nuestra vana forma de vivir, destruir el chip con
el cual crecimos desde pequeño. Por eso
debemos destruir el mundo pasado para comenzar una nueva vida. Junto a Dios.
Cada uno de nosotros tiene un
pasado que lo rige, un trauma que lo persigue, una desolación que lo atormenta,
una filosofía que lo limita y un gobierno que lo somete. Pero este Dios Hombre
fue al grano, fue a la raíz y sin cavilar entregó el camino a la libertad.
Muchos no querrán saber como se llama la calle ni el paradero. Muchos la han
escuchado y han escapado. Otros simplemente la ignoraron. Pero si tu quieres
vivir por encima del mal, por encima de las aguas del pecado, por encima de la
esclavitud. Te recomiendo tomar esa cruz y viajar a ese monte.
La cruz te guía a un solo lugar;
ese lugar llamado Gólgota donde el Hijo
de Dios venció invicto al Diablo y sus huestes, al mundo y la carne. Es ahí que
tu orgullo, tu auto superación, la autoayuda, la religión, los moldes y las
estructuras se derrumban. Pero también es donde encontraras alivio, descanso,
libertad y vida en abundancia. La cruz es el comienzo de una nueva vida.
Un padre deja a su hijo en una
sala cuna lleno de juguetes, accesorios y muchos amigos. Lo deja encargado por
un breve momento. El niño comienza a jugar con juegos que nunca había tomado,
conoce a otros niños y comienza a pasar el tiempo. Hasta que llega el momento
que el padre viene por el niño. Lo llama por su nombre, pero el niño no quiere
ir donde su padre. No le interesa el llamado de su padre, le interesa solo
jugar. Hasta que el niño deje su propio afán, su propia vida no podrá liberarse
para obedecer la voz de su padre que desea llevarlo a su hogar.
Medite en las palabras de nuestro Señor Jesús:
“Y
llamando a la gente y a sus discípulos,
les dijo: Si alguno quiere venir
en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su
vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí
y del evangelio, la salvará. Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el
mundo, y perdiere su alma?”[4]
Lectura Radical
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